lunes, 14 de febrero de 2011

Todos los días es San Valentín

Siempre me han asombrado los castillos de arena. Pero no me refiero a los que un servidor puede alzar (a duras penas y tras largas batallas) con un simple cubo de plástico. Los que me fascinan de verdad son esos que levantan los artistas urbanos. Suelen estar cerca de la acera que bordea la playa para que los transeúntes puedan contemplarlos. Con qué perfección están pulidas las ventanas; de qué modo quedan definidos los contornos de las torres. Y mientras los turistas le sacan fotos, es muy usual que el creador de la obra siga rematando pequeños detalles.

Ahí está su éxito. El escultor conoce mejor que nadie que el castillo se compone de pequeños granos de arena. Por eso lo mima sin cesar; siempre lo retoca, busca de qué modo embellecer su encanto. Y cuando cree haberlo conseguido, se fija en otro matiz susceptible de mejora. Porque sabe que la genialidad se encuentra en el detalle y que si se olvida de él al final la magia desaparece.


El día de San Valentín es un grito al detalle. Tiempo de atención. Una parada en boxes para llenar el depósito, revisar el estado del vehículo y proyectar cómo queremos que continúe la carrera. Una concesión que nos hace esta sociedad donde la gente va corriendo por todos los sitios hacia ninguna parte. Es la fecha que sirve para que lo importante no se vea nublado por lo urgente. Y nos recuerda de qué modo cuidarlo: a través del detalle.

A menudo actuamos como los malos excursionistas cuando tienen que acampar de noche en un bosque. Hacen una hoguera y por miedo a que se consuma se marchan a por más madera. Como quieren alimentar bien el fuego le dedican mucho tiempo a la búsqueda. Sin embargo, cuando vuelven la llama se ha apagado.

Coches de lujo, anillos, vestidos, viajes, … madera. Pero, como hace el buen escultor de castillos de arena, la llama se aviva con pequeños detalles constantes e inesperados. Traerle el desayuno a la cama, un masaje en los pies, piropos, o ideas más arcaicas como escribirle desde el trabajo una carta comentándole cómo te va el día.

Lo importante es la imaginación; así se consigue romper los moldes de la monotonía diaria y el amor puede seguir creciendo. Pero para eso no hay que actuar como el mal excursionista. El día de San Valentín nos recuerda que no debemos olvidar la importancia de los detalles, sea el día que sea. Porque el amor verdadero es el que se ha interiorizado, el eterno, el que se vive en presente.


Cuando queremos a alguien que está lejos o que ya no volverá tendemos a “traerlo” al presente. Hablamos de esa persona, vestimos una prenda que nos regaló, llevamos su foto en la cartera o guardamos un objeto suyo en nuestro baúl de los recuerdos. ¿Cuál es la razón? Pues que el presente es una forma de eternidad; es un modo de salvar a quien queremos del paso del tiempo. Así se vive el amor verdadero: cuando estás con esa persona el mundo se convierte en un espectáculo y ambos en observadores. Todo transcurre y se mueve rápido, mientras que los enamorados sienten como si el tiempo no pasase. Es entonces cuando se miran, cogidos de la mano, y piensan el uno del otro: “Es como si le conociese de toda la vida”.

Porque están enamorados. Porque viven el amor en presente, lo interiorizan y lo convierten en eterno. Y para que todo eso ocurra hay que huir del mal excursionista. En el amor no valen las hipotecas, porque si se trabaja para disfrutarlo en un futuro, se convierte en algo mortal y puede desaparecer. Como hace el artista urbano, hay que mimarlo todos los días para que crezca. La genialidad está en los detalles, y eso significa que San Valentín es todos los días. También hoy.

4 comentarios:

  1. Gran artículo Jesús! Da gusto oir cosas como estas, te hacen pensar y reflexionar...

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  2. Hay puntos que me recuerdan a una conversación peripatética que tuvimos un buen amigo y yo por la calle Fuencarral.
    Gracias por transformar la triste, manida y comercial fecha de San Valetín en un buen momento para hablar de un amor verdadero y poco común.

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  3. Gracias por el comentario. Qué bueno eso de las conversaciones, ojalá sigas manteniéndolas con tu amigo; seguro que él piensa lo mismo.

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