lunes, 24 de enero de 2011

Eastwood y el dolor de la ausencia

Más allá de la vida no es una obra maestra y si van al cine a verla con esa idea seguramente saldrán con mal sabor de boca. La intención del film no consiste en indagar sobre la eterna cuestión del hombre. Clint Eastwood utiliza ese paisaje como telón de fondo para abordar desde otra perspectiva los temas que siempre le han preocupado.


Desde que nacemos nuestra existencia está rodeada por un contexto vital, un espacio complementario y necesario para seguir adelante. Familiares, amigos, etc., todos ocupan un lugar en nuestra vida. Cuando perdemos a alguien cercano ese espacio que ocupaba queda vacío, y nadie puede reemplazarlo.

La tragedia de hacerse mayor es aprender a vivir con la ausencia, aceptar esos espacios vacíos que van quedando e intentar apoyarse en los demás para no decaer. El dolor de esa ausencia es uno de los temas de la película. Los personajes experimentarán cada uno a su manera un contacto con la muerte que les llevará a replantearse su visión del mundo.

La muerte es el catalizador de la vida. Viajamos, conocemos, queremos,… actuamos porque somos conscientes de que no tenemos todo el tiempo del mundo. Eastwood quiere introducir la muerte y un posible más allá como elementos necesarios de nuestro vivir. Hoy en día evitamos esos temas, nos dan miedo, resulta incluso desagradable hablar de ellos. Quienes integran y aceptan la muerte como la única posibilidad real en cada instante son rechazados, tal y como les pasa a los personajes de la película que han conocido de cerca esa opción. Clint reflexiona sobre el dolor del vacío, la redención por nuestro pasado, utilizando la posibilidad del contacto con el más allá para encontrar en los que se han ido el perdón.

La película trata las experiencias que han tenido distintos personajes con la muerte. Una reportera francesa que se salva de un tsunami y un joven que pierde a un ser querido en un accidente. Dos momentos que marcan sus vidas. La otra historia es la de un hombre que tiene el don de contactar con los muertos pero que rechaza hacerlo por considerarlo una maldición.


Tres perspectivas distintas sobre la muerte que sin embargo no consiguen atrapar al espectador. El ritmo es muy lento, las historias no logran evadirse de la superficialidad y resulta difícil empatizar con alguno de los personajes. La conexión de las tres narraciones, evidente desde los primeros minutos, resulta artificial y forzada. El final es demasiado fácil.

Sin embargo la película tiene grandes momentos. El inicio con el accidente de un tsunami es una verdadera joya, lo mejor en cine catastrófico de los últimos años. Clint logra no caer en los tópicos que suelen acompañar a las películas que tratan sobre el más allá y sale bien parado de un guion flojo. Eastwood vuelve a dejar patente su virtuosismo técnico en una película bastante aceptable, que a pesar de estar lejos de los grandes títulos del director es un soplo de aire fresco a la cartelera.

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